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Ceferino Namuncura: un «santo» despojo

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En estos días se recordó la figura de Ceferino Namuncurá, nacido en el peor de los momentos de la dinastía de los Kvra. En el momento de la derrota militar y donde fue entregado como trofeo de guerra para ser el instrumento de evangelización de su pueblo.

El consejo de Don Bosco a sus curas salesianos era tomar al kona más brillante para convertirlo en pastor de una creencia ajena y colonizadora a la cosmovisión mapuche. Y si además ese kona era hijo de un logko influyente, era más valioso todavía para el rol de “convertir al salvaje” que le asignaban.

Su padre Manuel Namuncurá no tenía opciones. A esa altura la única prioridad era salvar a su familia y Lof de un camino a la esclavitud como ocurría con miles de los suyos. Por su parte el ejército argentino colaboraba con el objetivo de pacificar las almas, persiguiendo y matando sin cuartel a cuanta maci o pijan kuse descubría.

La nostalgia del adolescente Ceferino por sus padres, su lof, su familia, sumado a las tantas enfermedades traídas por el mundo wigka para lo cual el mapuche no tenía desarrollado anticuerpos hicieron lo suyo y debilitaron cada día a Ceferino y no sobrevivió a semejante destierro y maltrato de su cuerpo y pvjv.

Y regresó a su newen de origen en la lejana, fría y ajena Europa. Parecía que con su temprana muerte, el plan de la iglesia había fracasado y que Ceferino evitaba así la manipulación de ser el colonizador de su propio pueblo.

Pero la Iglesia tenía miles de años de experiencia en eso de utilizar muertos para su objetivo de afiliar almas. El Cristo muerto clavado en la cruz lograba mejores adeptos que el Cristo vivo que se rebelaba al emperador.

Y comenzaron su campaña para santificar al kona muerto. La Constitución mandataba desde 1853 en su artículo 67 “convertir los indios al catolicismo” y allí tenían en Ceferino una punta de lanza para destruir todo rastro de la milenaria cosmovisión del pueblo nación mapuche.

Hoy su cuerpo (parte de él) es objeto de veneración de una fe popular que trasciende culturas y encabeza procesiones de fieles que buscan el milagro del “indiecito santo”, mientras un sistema económico decadente y autodestructivo, confronta con su pueblo mapuce y busca su exterminio cultural/ideológico, luego que el exterminio físico no resultó a pesar del genocidio que intentó el mismo terrorismo de estado que quebró su dinastía.