Toda la belleza que parece rodear a la Comunidad Raquithué se desvanece cuando Celeste dice que allí, en esas tierras, un hombre la violó. No es un caso aislado y las Mujeres de la Confederación Mapuche de Neuquén empiezan a levantar la voz para decir basta a las violencias de género. De esto también hablarán en el 36° Encuentro Plurinacional de Mujeres y Disidencias.
(Esta nota es parte de la cobertura colectiva #LosMediosQueSíNosVen de LatFem, Al Margen, Canal Abierto y En Estos Días)
Se acercaba el mediodía. Era un domingo de febrero del 2022 en el territorio del Lof Raquithué y las distintas familias se preparaban para almorzar. El humo que salía de las parrillas se perdía en el cielo despejado. Mientras les niñes jugaban y corrían por los amplios patios de sus casas, las voces se entremezclaban con el crujido de los árboles. Sólo se desplazaban en la comunidad, a lo largo del Lago Huechulafquen, quienes iban a visitar a los parientes, y les que hacían algún mandado a la proveeduría antes de que cierre. Celeste preparaba las ensaladas, mientras cuidaba a su niño que entraba y salía a jugar. Cuando su marido salió a buscar a los abuelos, ella aprovechó a darse una ducha. Una ducha de un día cualquiera de verano, de un mediodía cualquiera. Una ducha rápida, había pensado.
-Un par de minutos que se volvieron eternos para mí -dice ahora Celeste.
Porque cuando se estaba bañando escuchó que alguien le preguntaba a su hijo, “¿dónde está tu mamá?”. Inmediatamente ella cerró el grifo del agua y se apresuró a cubrirse con una toalla, pero el pestillo de la puerta se abrió y un hombre entró. Era su primo, vecino de la comunidad, y lo que pareció ser una confusión se convirtió en una violación. A Celeste le quedó grabado el olor a comida de ese momento. Ahora le resulta nauseabundo, como ese abuso.
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Celeste nació en 1985 en un territorio que reúne lagos, bosques y montañas, y que está a 55 kilómetros de la ciudad de Junín de los Andes. En ese tiempo, la familia extensa que preexiste a este lugar se conformó como “Agrupación Cañicul”, con la figura de “agrupación indígena” que la provincia de Neuquén, o más específicamente Felipe Sapag, creó para registrar a las comunidades mapuche, con el decreto N° 737/64. En ese entonces todavía vivían sus bisabuelos: Valentín Cañicul y Amelia Curinao, que eran los mayores de la parte de la familia que quiso organizarse como agrupación, mientras otra parte de los Cañicul se negó, por lo que se dieron ciertas divisiones internas. Luego, en 1994 la agrupación pasó a ser “Comunidad Raquithué”, con personería jurídica, y bajo un nuevo marco jurídico que se desprendía de la reforma de la constitución nacional que reconocía y amparaba a los pueblos indígenas de Argentina.
De niña Celeste creía que vivía en otro país: las nevadas eran enormes, el color blanco que teñía el paisaje parecía no irse nunca, las provisiones de víveres debían hacerse en mayo, y solían quedar aislados durante el largo invierno. En aquellos tiempos empezaron a levantar las ceremonias, y en ese proceso de recuperación, sus abuelos Francisco y Argentina tuvieron roles importantes.
Pero toda la belleza que parece rodear a su comunidad mientras la nombra desaparece cuando Celeste recuerda que también allí, en esas tierras, un hombre mapuche la violó. Siente aún en carne viva el asco por lo que le hizo. La vergüenza y el miedo que vino después, cuando pensó en la posibilidad de que los suyos no le crean lo que había vivido. Lo que tardó en contarle la verdad a su compañero. Lo importante que fue el tratamiento psicológico, para poner aquello en palabras.
Y no olvida el momento en que habló con las autoridades de la comunidad para denunciar a Cañicul y pedir su expulsión por el temor de volver a encontrárselo. La comisión directiva, Kvme Feleal en su denominación en mapuzugun, está integrada por la familia de Celeste. Y quizá por el vínculo familiar con el violador no procedieron como ella esperaba. Es más, pusieron en duda su relato.
Al menos, la denuncia que hizo en el Poder Judicial de Junín de los Andes derivó en una medida cautelar de la fiscalía, que prohibió el acercamiento de Cañicul a menos de 300 metros de ella y como entonces vivía a 100 metros de ella, debió irse del Lof. Aunque siguió ingresando al territorio hasta que Celeste volvió a exigir a la justicia que acatara la medida. Después de esto, la comisión directiva sí exigió que el integrante la cumpliera.
Para Celeste, la comunidad antes tenía mucha fortaleza y se cuidaban entre todos. Había una preocupación por el otro, por aquel vecino, por aquella abuela. Pero distintas diferencias fueron dividiéndola: conflictos territoriales, temas económicos, decisiones políticas. Ahora esa fragmentación volvió a ponerse en evidencia.
-Por el machismo que existe -dice.
Además del tabú de hablar de lo que pasa, de las violencias sexuales que se perpetran y al mismo tiempo se ocultan porque siempre el violento es alguien muy cercano.
-Es tu propia gente la que te provoca eso, es tu propia familia la que te hace ese daño, y ese daño a veces hay que tragárselo, y muchas veces una va a llorar de bronca, de impotencia.
Después del abuso Celeste dejó de participar en las actividades comunitarias siendo que era muy activa, se quedó sin trabajo como auxiliar de servicios en una escuela sin explicación, y tuvo que soportar los murmullos que la culpaban de haber generado un conflicto interno. Muchos le hicieron creer que con sus inventos le había hecho daño a la comunidad y a la familia, hasta que empezaron a ver cómo avanzaba todo por la vía judicial.
Mientras tanto Celeste estuvo con atención psicológica y psiquiátrica, la medicaron y le hicieron una serie de pericias como parte de la causa. Además de este tratamiento lo que la ayudó a dar determinados pasos fue la red que fue generando con otras mujeres mapuche organizadas, que ella nada más conocía por lo que habían hecho en sus comunidades y consejos zonales respecto de las violencias, como el caso de Lof Kinxikew, ubicado entre Villa La Angostura y Bariloche.
Mujeres jóvenes de esta comunidad realizaron en el 2020 denuncias contra el entonces logko (máxima autoridad) y coordinador del Consejo Zonal Lafkence, por violencias de género y sexuales que sufrieron durante su infancia y adolescencia por parte de él. La decisión de la Confederación Mapuche de Neuquén fue removerlo de su rol como coordinador, y el inicial proceso judicial con el apoyo de la Colectiva Feminista La Revuelta y Wakoldas, lo obligó a alejarse de las casas de las denunciantes y a dejar el lof. No obstante, la resolución de prescripción de la acción penal por la temporalidad de los hechos (de más de 10 años, desde los 18 años de edad de las víctimas) sobreseyó al imputado, dejó impune el delito y condujo a la comunidad, con previa renovación de autoridades, a resolver la expulsión de José Quintriqueo y de su pareja por encubrirlo incluso teniendo un importante rol en la organización de las mujeres.
Este complejo proceso que vivió la comunidad, ahora con un Kvme Feleal integrado mayoritariamente por mujeres incluida la logko, Amancay Quintriqueo, dió lugar a que se hablara de las violencias, que emergieran una decena de denuncias contra el abusador, y se generaran encuentros reflexivos entre mujeres mapuche e internos de la comunidad, que transformaron significativamente la realidad del lof haciéndolo resurgir en el fortalecimiento de su identidad y reordenamiento comunitario.
Este hecho visibilizó en la región los casos de violencia que existen también en las comunidades mapuche, así como lo hizo el estreno del documental El etnógrafo (2012), de Ulises Rosell, que puso en debate si el embarazo de una niña por su padrastro en la comunidad de Hoktek T’oi (Lapacho Mocho), en la provincia de Salta, debía ser penalizado por la justicia o tenía un fundamento cultural. Mujeres del Pueblo Wichi como Octorina Zamora llevaron desde tiempo atrás una dura y solitaria lucha interna y contra los estereotipos hacia los pueblos, denunciando que esas prácticas no podían defenderse como ancestrales. Así lo hicieron también las mujeres mapuche.
Celeste, a partir de tomar contacto con esa trama de mujeres comenzó un acompañamiento virtual al estar distantes los territorios de cada una, y se dieron conversaciones que le fueron provocando una sensación de cercanía y de seguridad. Tanto que se atrevió a proponer que se realizara el segundo encuentro de mujeres mapuche de la Confederación en el Lof Raquithué. La decisión produjo nuevas resistencias: ciertas autoridades comunitarias y zonales, y determinados integrantes de las comunidades, no querían que las mujeres se reunieran por el miedo a lo que pudiesen tramar o por las influencias feministas y de “pañuelos verdes”.
Sin embargo, a pesar de la falta de adhesión y de acompañamiento como lof, el denominado Fvta Xawvn se realizó en el camping de la tía de Celeste en diciembre de 2022. Llegaron alrededor de 80 pu zomo, mujeres mapuche, de cinco de los seis consejos zonales de la Confederación. El encuentro comenzó con una gran fogata mientras anochecía y sólo se apreciaba el contorno de los cerros. Celeste, como gen ruka, anfitriona, dio la bienvenida, agradeció la llegada de todas, el acompañamiento recibido desde lejos y compartió lo que había vivido durante todo ese año.
-Esa energía única que te transmiten muchas personas para que una siga adelante. Yo pude sentir ahí ese abrazo, esas palabras de aliento, esa palabra que decía “no bajes los brazos, seguí adelante, seguí por tu familia, por tus hijos, por tus proyectos”. Esa energía es muy positiva y da camino -dice ahora al recordar aquel círculo de mujeres.
Durante tres días, las mujeres debatieron sobre extractivismo, sobre los ejes de Kvme Felen, Buen Vivir, y el trabajo que hacen para el fortalecimiento de la institucionalidad mapuche, de educación, salud y justicia. La discusión central fue en relación hacia la violencia de género.
Hablaron de la urgencia que se presenta cuando una mujer habla y rompe el silencio. De la urgencia de sostener sobre todo emocionalmente a la persona, y de ayudarla a afrontar las repercusiones internas que la denuncia provoca.
En el actual proceso de recuperación del Nor Feleal, sistema de justicia mapuche, en el que se encuentra trabajando la Confederación Mapuche de Neuquén, una de las principales problemáticas que presentan las comunidades tiene que ver con violencias de género. Las mujeres abocadas a esta lucha están siendo parte de la elaboración de protocolos para la atención y prevención de violencias, con el desafío de considerar las múltiples dimensiones que se entrecruzan en contextos comunitarios. Así como también rechazan fervientemente que este problema sea cultural o una práctica propia del Pueblo Mapuche. Sin embargo la denuncia, en tanto penal, continúa siendo con la justicia ordinaria o wigka, invasora, y en consecuencia con sus propios tiempos y mecanismos, que se saben patriarcales cuando de violencia hacia las mujeres se trata.
Este año, los días 29 y 30 de agosto, se desarrolló el juicio contra José Luis Cañicul por abuso sexual con acceso carnal. Tanto él como sus testigos intentaron argumentar que no se encontraba en el campo ese día y que la denunciante era imprecisa con la fecha. También se esforzaron en desvalorizar los testimonios de la psicóloga y de la psiquiatra. Ante esto fue fundamental el relato de la pareja de Celeste que se remitió a las consecuencias psicológicas que la violación le ocasionó a ella, así como también fue favorable la voz del logko del lof, ya que a pesar de inicialmente demorar su apoyo, luego acompañó a Celeste al hospital de Junín de los Andes para buscar ayuda.
El juicio, tras posponerse tres veces, y a pesar de los temores respecto a su resolución, finalizó con un veredicto que declaró culpable a Cañicul por unanimidad de los tres jueces, por lo que las posibilidades de apelación fueron bajas, y se espera una condena de seis años de cárcel.
Celeste encontró un poco de tranquilidad, al menos una respuesta a su favor, aunque es consciente de los costos que ese hecho aberrante le trajo y que le seguirá generando. Sin embargo su fuerza reside en la esperanza de que otras mujeres, otras lamgen, de su comunidad o de otras, hablen.
-Algunas -dice Celeste- empezaron a contarme lo que vivieron cuando yo rompí el silencio. Y no quiero que nadie quede impune. No quiero que las situaciones que han vivido otras mujeres queden en el olvido, queden en un lugar escondido, guardado y que la persona violenta o violadora esté suelta, camine por la comunidad como si nada hubiera ocurrido.
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Mujeres de la Confederación Mapuche de Neuquén serán parte del 36° Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, Bisexuales, Intersexuales y No Binaries en la ciudad de Bariloche. Participarán en el acto de apertura y en distintas actividades y talleres de la amplia grilla, con el compromiso de recibir en territorio mapuche a miles de mujeres y disidencias. Una de las principales problemáticas a compartir serán las violencias en las comunidades, con el objetivo de seguir fortaleciendo las alianzas con los feminismos, haciéndoles frente de manera colectiva.