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El día que Diego Maradona Jr. compartió tiempo y alegrías con nuestros picikece

La experiencia que vivieron nuestros niños ante la sorpresiva y grata visita de Dieguito Maradona al territorio del Lof Newen Mapu, y más en un momento tan importante como es el renacer de la diversidad de vidas del azmapu/mundo natural, nos ha dejado mensajes y expectativas profundas en nuestro objetivo de hacer comprender que esta crisis civilizatoria necesita cada vez más de los conocimientos y prácticas del pueblo mapuce para reestablecer el equilibrio en la relación humanos/ naturaleza.

Conocimos a Dieguito, un niño que proviene de una realidad distante a 1500 Kms y en un contexto urbano, social y cultural, totalmente ajeno; pero con alegre curiosidad y con el deseo de entender el mundo plural que su madre amorosamente le anima a conocer. Tanto Dieguito como su madre, Verónica Ojeda, solían escuchar una versión hegemónica de la presencia mapuce en la Patagonia, y esa era la versión o relato de los medios porteños que informan sobre una horda de violentos que asolan las poblaciones y se apropian de los bienes ajenos, sin respetar orden o ley alguna. El mismo relato que desde “La Nación” Bartolomé Mitre transmitió 150 años atrás a la población porteña para justificar y financiar el genocidio de la llamada “Conquista del Desierto”.

Cuando Verónica -con una sensibilidad y conciencia social que pudimos conocer- no se conformó con esta versión, quiso indagar y consultó a amigos de confianza si esto que escuchaba todo el tiempo era real o no y planteó la necesidad de llegar ella misma hasta el territorio para comprobarlo.

Su principal necesidad como madre -nos decía- es poder mostrarle a su hijo Dieguito que hay otras formas de vidas, otros valores culturales para conocer y compartir y en esa valoración de la diversidad cultural y lingüística, Dieguito podía enriquecer los valores y humanidad que le supieron dar desde niño. Fue por esa inquietud, que se convirtió en acción concreta, que Dieguito se hermanó con nuestros picikece (niñez mapuce). Nuestros hijos e hijas se han criado en esa lucha. Y lo planteamos como desafío porque deben convivir con un sistema educativo que aun reprime su identidad e historia a diario.

Entonces el encuentro sucedió y fue fortalecedor. Conocerse, saludarse e invitarse a compartir danzas y juegos fue lo más natural y fraterno. Para niñas y niños y para los adultos, que nos espejamos en esa fraternidad. Por un lado estaban nuestros picikece, con la curiosidad de recibir al hijo de un hombre amado por la sociedad a nivel popular y por el otro estaba Dieguito, ante la curiosidad de un mundo aún desconocido para sus cortas vivencias. Y el resultado fue mágico, y borró los lados. Porque para encontrarse, conocerse, invitarse y convivir a veces se necesita solo de un puñado de minutos bien vivivos, luego el camino es fértil.

Dieguito aceptó gustoso ser parte del círculo como invitado a una tarde verdaderamente intercultural, luego aceptó el regalo de un pequeño Makuñ (poncho) y decidió que era una muy buena idea jugar palín (deporte mapuce). En el terreno de juego su kon (adversario) le obsequió un Xarilogko (vincha). Entonces todo fue juego, alegría y disfrutar de la Interculturalidad, es decir: la riqueza de compartir y disfrutar libremente de lo que otra cultura y su gente te ofrecen. Frente a una avanzada tan bien coordinada de discursos de odio e ignorancia violenta: ¿no fue este encuentro tan simple y emotivo una razón para creer que el futuro es posible desde la Interculturalidad y la Plurinacionalidad? Seguro que sí.

A veces los gestos consolidan realidades. Nosotras y nosotros tenemos pleno convencimiento de que así es y así será, por eso seguiremos promoviendo más encuentros mágicos como este.